Un viaje personal
Supongo que por entonces tendría 10 años, más o menos, y mi padre me sentó frente a la televisión, ya en color, a ver a un tipo vestido con chaqueta americana de pana y jersey de cuello vuelto hablando sobre planetas, astronomía y ciencia. Ver juntos a Carl Sagan, fue una de las mejores acciones pedagógicas que hizo mi padre. El astrónomo norteamericano llamó a su serie "Cosmos, un viaje personal", porque realmente era un viaje personal a través del universo, y, sobre todo, a través de la tradición científica en contraste con su propia y personal mirada. Teniendo en cuenta que las experiencias que se viven de niño tienen una influencia enorme en el adulto, creo que Carl Sagan hizo más por mi vocación de lo que puedo imaginar, y una de las consecuencias de aquello es mi tendencia a transformar todo en un viaje personal, un continuo contraste entre los textos que leo o estudio y mi propia mirada personal. Toda mi actividad está basada en este cruce entre la teoría y la práctica, esto no es siempre fácil, a veces me he desanimado, pero otras veces he llegado al convencimiento de que para acabar con la acedia que sufre la Iglesia hay que mezclar estas dos sensaciones, estos dos extremos. Desde luego que no quiero pecar de adanista, soy consciente de que el mundo no es nuevo bajo mis pies. En todo caso dar valor a la teoría, a la especulación, no debe restar valor a la praxis, pero contrastar la materia de estudio con la materia de trabajo obliga a reflexionar de manera muy personal, en primera persona, y siempre con la vista puesta en la posibilidad de convertir en realidad lo que hasta ahora solo está escrito en un libro. Por ejemplo, el hecho de narrar la propia experiencia personal como una forma privilegiada de evangelización, como recomienda el nº 33 de la Carta Pastoral "Transmitir hoy la fe" de los obispos vasconavarros. Quizá la mejor teología sea también, no la que ofrece complejas reflexiones sobre los misterios de Dios, sino la de los discípulos de Emaús, que contaban lo que les había sucedido, la que narra con sencillez las situaciones y experiencias de nuestra vida personal en las que se cruza la teoría con la praxis. No quiere decir esto que la reflexión se ha de convertir en un compendio de anécdotas y chascarrillos, pero sí que obliga a poner algo más que el cerebro en funcionamiento. Se discute si la teología ha de hacerse sentado o de rodillas, incluso si ha de hacerse indignado. En todo caso la teología y la catequesis ha de hacerse con el corazón, es todo un viaje personal.