Tan fácil...

30.10.2021

Decía Carl Sagan a mediados de los noventa, poco antes de morir, que, «en nuestra época, con la fabricación de imágenes fijas realistas, películas y videocintas tecnológicamente a nuestro alcance, con la televisión en todos los hogares y el pensamiento crítico en declive, parece posible reestructurar la memoria social sin que la policía secreta tenga que prestar una atención especial. No quiero decir que cada uno de nosotros tenga una serie de recuerdos implantados en sesiones terapéuticas especiales por psiquiatras nombrados por el Estado, sino más bien que pequeños números de personas tendrán tanto control sobre las noticias, libros de historia e imágenes profundamente conmovedoras que propiciarán cambios importantes en las actitudes colectivas». Sagan también decía que, «si enseñamos a todo el mundo, incluyendo por ejemplo a los estudiantes de educación secundaria, unos hábitos de pensamiento escéptico [...] quizá empezarían a hacer preguntas importantes sobre las instituciones económicas, sociales, políticas o religiosas. Quizá desafiarán las opiniones de los que están en el poder» Esto, como he dicho arriba, fue escrito en 1995, hace unos cuantos años, digamos que hace una generación. ¿Qué podemos decirle a Sagan? Hoy más que entonces, pero menos que en el futuro próximo, las películas, los videojuegos, son tan reales que no distinguimos la ficción de la realidad. Qué decir de las imágenes usadas en los periódicos y las televisiones, ¿podemos poner la mano en el fuego y decir que todo lo que vemos es real, que no hay una mínima intención de manipulación? Si apenas dos o tres grandes corporaciones son dueñas de más de la mitad de los medios de comunicación, y si han sido rescatadas con subvenciones por los distintos gobiernos, cuando no se trata directamente de medios de comunicación públicos ¿podemos, de verdad, confiar en que no les gustaría cambiar las actitudes colectivas? Y si pueden hacerlo ¿estamos seguros de que no lo hacen? ¿A quién votas? ¿Pagas con alegría tus impuestos? ¿Te parece barata la tarifa eléctrica? ¿Te sientes confiado, libre, tranquilo? No hace falta hacer caso a los amantes de la conspiración y sus delirios. No hace falta sesiones terapéuticas de sórdidos psicólogos al servicio de intereses inconfesables, solo es necesario tu móvil, y que veas la televisión. Con la pequeña pantalla irán dirigiendo sin que te des cuenta tu vida, porque, además, la educación se ha encargado de eliminar su capacidad crítica, ya no eres escéptico, ni sabes como serlo, ahora te lo crees todo, absolutamente todo, desde el pollo que nunca se comió Andreíta, hasta que una mascarilla de ganchillo que te hizo tu abuela te protege. Y después el móvil, que actúa como el verdadero gran hermano, dónde vas, qué compras, a quién votas, con quién andas... y lo va almacenando para vender tus gustos a las grandes empresas que controlan qué está de moda y qué no, y también para comprobar que la televisión hace su trabajo. Es todo tan fácil...

© 2019 Alberto Jáimez. Todos los derechos reservados.
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