No me gusta lo que vivimos

17.09.2022

No me gusta lo que vivimos. Y no se trata de viejas nostalgias, de que los tiempos pasados fueron mejores. No. Lo pasado es pasado, sin darle más vueltas. Pero por alguna razón tengo la sensación, desde hace años ya, de que vivo en un cambio de tiempos más que en un tiempo de cambios, de que culturalmente todo está dándose la vuelta, de que ciertas formas de vida están desapareciendo a medida que los que nacimos en los años 60 y 70 vamos madurando y envejeciendo. Hoy todo tiene que ser nuevo, incluso lo que ya era viejo lo cambiamos de nombre, le ponemos un nombre en ingles y decimos que es lo último, lo mejor. Considero el adanismo como un gran problema. Cada vez más considero que el recurso a la tradición, la vuelta a los conceptos fundamentales y tradicionales es la solución a la crisis que vivimos. Harto estoy ya de tanto nuevo orden mundial y tanta gilipollez, harto porque no veo razón ninguna para borrar todo lo que me une, todo lo que me vincula a mis antepasados, a mis raíces, a los territorios espirituales en los que fundamento mis raíces. El desarraigo de las masas urbanas es la mayor de las monstruosidades a las que estoy siendo testigo, es un colapso social al que ni las llamadas izquierdas ni las llamadas derechas trata de poner ninguna solución. El liberalismo y el progresismo son la misma basura que a partir de poner al ser humano en el lugar de Dios, acaba por destruir al ser humano. Asisto con verdadera pena, con duelo funerario, como mis contemporáneos, asumiendo la cultura de la muerte, las injerencias del sistema educativo en las personalidades, la depravación del capitalismo y la miseria del comunismo, el vaciamiento mental del nacionalismo, han perdido la capacidad de reconocerse a sí mismos en el espejo de sus padres y abuelos. La tradición no se refiere a una forma de vida finiquitada, no propongo cambiar la furgoneta por una mula, no se trata de reproducir lo que hubo en otro tiempo. Ser tradicional no es convertirse en un amish. Como dice José Miguel Gambra, «el pensamiento tradicional no quiere revivir el pasado, sino que quiere recuperar, una vez quebrada la tradición, los principios que la inspiraban y la experiencia acumulada a su calor, para darles renovada vitalidad a tenor de las circunstancias presentes». 

© 2019 Alberto Jáimez. Todos los derechos reservados.
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