La democracia de los muertos

31.08.2020

He de reconocer que la primera vez que leí esto de "democracia de los muertos" fue a Juan Manuel de Prada. Es un término de Chesterton, de su obra "Ortodoxia", que no he leído todavía, no por ganas, sino por "abrumamiento", hay demasiados textos que leer, demasiadas cosas que hacer, y el día tiene muy pocas horas. Pero el caso es que esto de "democracia de los muertos" me interesó, quizá porque los muertos son los mejores interlocutores para el diálogo, no contestan futilidades, y no teniendo nada que perder, son unos tipos muy pacíficos. Por lo visto, el asunto está en añadir el concepto de tradición al de democracia, preguntándonos si las costumbres con siglos de aval son más o menos adecuadas que los principios aprobados por la mayoría. Chesterton, según De Prada, contesta que la tradición también tiene derecho al voto, que hay que respetar lo que nuestros antepasados decidieron. Esto es la "democracia de los muertos", y me parece genial, muy atractivo. Podemos argumentar que mi abuelo y mi bisabuelo tenían menos cultura que yo, apenas sabían leer y escribir, que los progresos científicos que conocieron fueron prácticamente nulos, pero ellos construyeron el mundo en el que vivo. Siendo esto así, la pregunta que me hago es si yo tengo derecho a votar a favor de opciones que abiertamente quieren destruir el mundo que construyeron. Quizá responda afirmativamente si pienso en lo que me separa de mi abuelo, pensaré por lo tanto que tengo derecho a destruir el mundo que dejó. Pero quizá deba responder negativamente si pienso en lo que me une a mi abuelo, por lo tanto, no tengo derecho a destruir el mundo que me dejó, teniendo en cuenta que él, como estoy haciendo yo también, trabajó por una familia que por extensión es la mía, y que colaboró con la construcción de un mundo que por extensión es el mío. Por lo tanto, mi voto, mi derecho a optar por cualquier opción democrática, no puede pasar por encima o en contra de los afanes de mi abuelo. Creo que Chesterton coincidiría en decir que la tradición es la continuación del trabajo que nuestros abuelos dejaron sin terminar, y que en cierto modo heredaron de sus padres, y así sucesivamente. Todos formamos parte de una cadena, y no podemos ser tan engreídos como para pensar que, o bien la cadena empieza en nosotros, o que podemos romper la cadena sin consecuencias. El adanismo es uno de tantos grandes problemas de nuestro tiempo. El mundo no comienza con nosotros, y mucho menos tenemos derecho a crear un mundo desde cero, como si antes no hubiera habido mundo. En este caso, mi abuelo, el abuelo de cada uno, merece más respeto que cualquier libro de historia. ¿Qué votaría hoy mi abuelo teniendo en cuenta toda nuestra vida, la suya, la de su hijo, mi padre, y la mía? Esta sería la democracia de los muertos, el respeto a la tradición. Chesterton decía que los demócratas rechazan cualquier discriminación basada en el nacimiento, pero que la tradición rechaza la discriminación basada en la muerte. Es decir, que nuestro deber es no despreciar el trabajo de nuestros antepasados, no considerar el mundo que construyeron como un objeto de destrucción. Decía De Prada que podemos defender la separación de Euskadi o de Cataluña de España, cosa que me preocupa porque vivo en Vizcaya. Podemos también dar razones para evitarlo mediante leyes, o mediante la lógica económica, todos sabemos que el dinero, o la falta de él, es lo que da al traste con las grandes utopías. Sin embargo, se nos olvida preguntar a nuestros antepasados. No tenemos derecho a derribar lo que ellos construyeron durante siglos. Preguntemos a mi abuelo sobre la independencia del País Vasco, a fin y al cabo, su trabajo, siendo andaluz, se mezcló de igual a igual con el trabajo de los vascos que se encontró al llegar, y el país en el que vivo es en parte obra suya. Vayamos más lejos, preguntemos al vizcaíno que aparece en los primeros capítulos del Quijote, el País Vasco actual también es, en cierta medida, obra de él. El adanismo actual solo quiere a los muertos para desenterrarlos y llevarlos a museos, nunca para preguntarles seriamente que opinan de todo esto. Introduzcamos la opinión de nuestros antepasados en los plenos de los ayuntamientos. Todo esto es teoría, sin embargo, prefiero las ensoñaciones de los locos, y yo un poco de eso tengo, que las facticidades contemporáneas de los cuerdos. Siempre he preferido los cuentos de mi abuelo que mis propios problemas.

Compártelo:

© 2019 Alberto Jáimez. Todos los derechos reservados.
Creado con Webnode
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar