Emile Cioran

08.02.2020

Me gusta Cioran. Últimamente está de actualidad con la publicación de sus cuadernos. Al parecer, nos cuenta Antonio Muñoz Molina en El País, sobre su escritorio había siempre un cuaderno, el mismo cuaderno, cuando Cioran murió Simone Boué descubrió que eran realmente 34 cuadernos exactamente iguales, escritos y luego guardados, desde 1957 a 1972. Estos cuadernos eran su diario. Publicados recientemente en castellano sería el perfecto regalo para mí.

Como yo, Cioran escribía sin pausa, el día que me muera mis hijas se van a encontrar también con "cuadernos", miles de páginas escritas con todo lo que puedo pensar y que no debo decir en voz alta. Un diario no es el acta de los hechos del día, es más bien el receptáculo donde vaciar, despresurizar, la vida diaria. El diario se escribe en secreto, en la intimidad, pero en el fondo se escribe para ser leído cuando a uno le cierren la tapa. Me imagino a mis hijas diciendo: ¿Qué hay en esta caja de papa? Así también es el diario de Cioran, más que hechos cotidianos, es el reflejo de sus "cosas", de sus visiones, de sus amaneceres, de sus paseos en bicicleta durante la noche, de sus encuentros y desencuentros.

En las cimas de la desesperación, su primer libro, escribió: "Soy uno de esos que, por millones, se arrastran sobre la superficie de la tierra. Uno más solamente. Esa banalidad justifica cualquier conclusión, cualquier conducta: libertinaje, castidad, suicidio, trabajo, crimen, pereza, rebeldía. cada cual tiene razón en hacer lo que hace". Podemos estar de acuerdo o no, gustar de un escritor no quiere decir asumir todo lo que dice, pero sí que Cioran nos llama a compartir en cierta manera su desesperación. Leer a Cioran es una actividad que suelo hacer cuando estoy, como decía mi madre, tristón. Leer a un pesimista cuando uno está melancólico no es malo, porque hasta el pesimista más cenizo se ríe y bromea. Decía Sabater que en realidad Cioran era un gran vitalista, escribía sobre la existencia, sobre todas las consecuencias que tiene existir, el dolor, la búsqueda, la muerte, la pérdida. En lágrimas y santos escribía: "Señor, recogeré las lágrimas de las puertas del infierno y haré mi nido en ellas, y en mis crepúsculos reuniré tus sombras. ¿O no eres Tú más que un error del corazón, como el mundo una ilusión mental?". No se puede ser más explícito, él, que nunca le perdonó a Dios no haber existido. Creo que se refería a no haberle experimentado nunca, pues en la experiencia de Dios está la fe en su existencia.

Dice Sabater que nadie sale vivo de Cioran, y en cierto modo es cierto. Cioran obliga a amar la vida sin condiciones, sin requisitos, simplemente porque la vida auténtica dice que no a todo, y se niega a vivir si no es de espaldas y en dirección contraria. Sobre mi mesa, hay siempre varios libros, un Evangelio, algo de Carl Sagan, los diarios de Tolstoi y de Krishnamurti y Ese maldito yo, de Cioran. Suele ser un ejercicio de vitalidad abrir sus páginas al azar y leer lo que un insomne puede decirle a otro insomne. "Mi misión es ver las cosas tal como son. Todo lo contrario de una misión..." Este es Cioran.


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