El fracaso de Marx
Como sociedad estamos cansados, eso da un giro a la política, porque, como dice el filósofo Byung-Chul Han, Marx no explica el cansancio, por lo tanto, ya no explica la sociedad. Dice Han que la sociedad que explica Marx es una sociedad eficiente en la explotación ajena, pero no dice nada de una sociedad compuesta de individuos autocoercitivos, autoexplotados, víctimas de sí mismos. Por eso, y esto ya es cosa mía, no es Marx quien debe explicar la política del siglo XXI, sino Kierkegaard. El pensamiento y la razón volverán a partir de la reflexión sobre el otro, sobre el hecho de amar, de buscar el bien al otro, de que otros busquen nuestro bien. El progreso llegará a partir del pensamiento benéfico, de pensar amablemente sobre el otro, de que el otro piense bien sobre mí. La soledad o la sospecha no nos llevan a ningún lado, el amor es la verdadera catarsis que ha de empujar nuestra sociedad a dejar de ser ella misma y comenzar a ser verdaderamente lo que prometió ser. Esto no tiene que ver con la fe entendida como huida, como el pájaro que escapa ante una tormenta, esto tiene que ver con la fe entendida como locura, como inquietante necesidad de amar lo que Dios ha amado. El amor de Dios no es mero ensimismamiento, sino que se transparenta en la vida, se manifiesta en las obras, se convierte en política. El problema del ser humano es que continuamente se quiere hacer pasar por algo que no es, quiere ser tenido en cuenta como algo más grande de lo que es realmente. Esto lleva a la desesperación. El aburrimiento, el tedio, la desesperación de no ser lo que se imagina ser, lleva a perder la perspectiva. La lucha de clases, producto del dominio de un explotado y un explotador ya no tiene sentido en cuanto que cada individuo se autoexplota a sí mismo, acepta alegremente las esclavitudes con un lacónico; es lo que hay, dicen que viene peor. Ya no existe la lucha de clases, la lucha por liberarse de las esclavitudes porque es cada individuo quien elige sus cadenas; ya sea la televisión, el sexo, la religión, y luchará a muerte para no liberarse. Si algunos han preconizado el final de la historia, lo es porque la lucha de clases ha desaparecido, los desposeídos, usando un lenguaje marxista ya no se levantan contra sus opresores, los desposeídos luchan por elegir opresor. El oprimido luchará para ser tenido por más, para elegir cadena, para fingir bienestar. Nunca ha estado tan contento el oprimido como cuando le sirven pan y circo para sentirse importante. Deberíamos avanzar mediante el amor, el amor a uno mismo y el amor al otro. ¿Ver Sálvame en Tele 5 es amor a uno mismo? Preferir morir en pie que vivir arrodillado ya no tiene sentido, todos cumplimos nuestro cometido puliendo las cadenas, las propias, mediante la autocoerción y la autoculpabilidad, o las del vecino mediante la acusación y el ejercicio del oficio de la culpabilidad. La medicina es peor que la enfermedad, ya que el remedio contra la banalidad es más banalidad, el remedio contra el aburrimiento es vacío, la liberación se convierte en esclavitud, la solución se torna problema. Hoy en día ya no se envidia la capacidad artística, el amor, la inteligencia, la perspicacia, la mística... se envidia el dinero. Cuántas personas consideran que hubieran vivido mejor teniendo dinero en lugar de considerar que la vida se planea mejor a partir del amor, de la capacidad de organizarse, de la clarividencia, también de la mística, que es lo que ahora llamamos inteligencia espiritual. A veces parece que el problema es que queremos construir una existencia a partir del mínimo número de ideas, como si no hiciera falta pensar.