A vueltas con la muerte

14.01.2020

Habitualmente celebro responsos en un tanatorio. No es una actividad más en mi servicio pastoral como diácono, es sin duda, una de las cosas que más está aportando a mi fe, y a la forma de ver la vida cotidiana. No hay semana en la que la muerte se cruce en mi agenda dos, tres, cuatro veces, y si se quieren hacer bien las cosas, un responso, un funeral si es en la parroquia en lugar del tanatorio, significa una familia con diferentes formas de tomarse el asunto. Me encuentro en ocasiones con familias que están resolviendo el duelo de una forma sana y tranquila, son normalmente nietos e hijos de difuntos que llegan a la muerte muy mayores. Otras ocasiones me encuentro con viudas, huérfanos, hermanos de difuntos que por llegarles la muerte demasiado pronto, a veces ni han tenido tiempo de decir adiós. Es difícil ser el dueño de los oídos que escuchan tantas cosas sin decir, tantos besos sin dar, tantas horas sin compartir. Y esto afecta, claro que afecta, y como el secreto de confesión de los presbíteros, esto también es secreto, y te lo quedas tú. El caso es que según las estadísticas una persona de cada una morirá en un futuro más o menos cercano, es decir, que a todos nos va a llegar la hora, que a todos nos van a colocar boca arriba, y todas esas cosas... Todas estas circunstancias me han hecho valorar mucho más la vida, enfadarme menos, reírme más. El contacto con la muerte, lejos de entristecer, enseña que vida no hay más que una, y que hay que pasarla amando, no queda otra. Luego ya veremos si hay otra vida más allá, que yo creo que sí, asumiendo fundamentalmente las premisas de la teología católica. A veces, cuando alguna noche me siento con mis amigos en el bar, a ritmo de buen blues, con una caña en la mano, y nos preguntamos qué tal nuestra semana, inevitablemente sale el tema; y ¿Alberto?, ¿Cuántos esta semana? Yo que soy muy discreto, y con estos temas mucho más, digo un número, que suele ser real: cuatro, tres, esta semana ninguno...pero prefiero hablar de la última boda que celebré, o del próximo bautizo, o de las goteras de la iglesia, que las hay y muchas. Hay veces que entro al trapo, y hablamos de la muerte, incluso de nuestra muerte, y no hay conversación más enriquecedora que sobre la propia muerte, a veces puede cambiar la vida. Sobre el más allá suele haber puntos suspensivos... pero sobre la muerte hablamos. Y he de decir que es cierto que todos tenemos angustia sobre el morir, la perspectiva de la destrucción del "yo" genera miedo, a veces lo enmascaramos con miedo al dolor, con miedo a dejar algún problema a tus sucesores... Pero por lo general, hablar sobre la muerte produce amor a la vida. Como persona religiosa intento ayudar a creer en la vida eterna, en la vida, de alguna manera, en presencia de Dios. A veces intentar explicar eso a personas que están a la defensiva te enseña que el silencio puede ser el arma más valiosa. Pero en todo caso, el destino de cada uno está en Dios, entiéndase a Dios como Aquel al que la fe de cada uno le deje.

© 2019 Alberto Jáimez. Todos los derechos reservados.
Creado con Webnode
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar